Identidad palimpsesto

Identidad palimpsesto

Identidad palimpsesto

José Mármol

El Diccionario de la Lengua Española (DEL, Edición del Tricentenario, Madrid, 2014) define el término palimpsesto como proveniente del griego “palímpsëstos” y del latín “palimpsestus”, cuyo significado es el de un manuscrito antiguo que conserva huellas de una escritura anterior borrada artificialmente.

Antes que una entidad fija, predefinida en ancestros históricos inamovibles y sólida como una roca, la modernidad, especialmente, la modernidad tardía o posmodernidad, solo puede ofrecernos como proyecto de vida identitario una suerte de identidad indescifrable, además de múltiple y momentánea, en perpetuo cambio, cuyo mayor nivel de concreción quedaría a expensas de la extrañeza del otro, y a la cual el recién malogrado pensador polaco Zygmunt Bauman opta por llamar “identidad palimpsesto”.

La construcción de la individualidad en la era moderna sólida implicaba el proceso de colocar ladrillo sobre ladrillo. Sin embargo, en la era moderna líquida, sustenta Bauman, en vez de construir la propia identidad gradual y pacientemente, tal y como se construye una casa, a través de la lenta suma de techos, suelos, habitaciones y pasillos comunicantes, tenemos una serie de nuevos comienzos, una experimentación con formas ensambladas instantáneamente, pero también fácilmente desmanteladas, pintadas unas sobre otras; tenemos, en definitiva, una identidad palimpsesto, porque de la anterior apenas quedan huellas o borraduras.

La identidad del sujeto o individuo posmoderno se correspondería, en su proceso de constante construcción, de permanente recomienzo en un escenario desordenado, volátil y estatalmente frágil, con el de la borradura artificial de una identidad individual anterior.

Aquella identidad individual anterior estuvo articulada con el proyecto colectivo de establecimiento de un orden, de un Estado territorial calculable y racional.

La identidad individual posmoderna, la identidad palimpsesto que resulta de la borradura artificial de la primera, está articulada con un escenario de incertidumbre, irracionalidad, fundamentalismos, integrismos, intolerancia, insolidaridad, racismo nacionalista, terrorismo, fugacidad, obsolescencia, desmemoria, capitalismo financiero y revolución tecnológica y digital, entre otros rasgos conjugables con la globalización.

La dificultad de hacer de la identidad, en estos tiempos, algo nítido, fijo, fiable descansa en la inseguridad, en lo transitorio, precario y fluvial de nuestro proyecto de vida.

Si bien construirse una identidad es una necesidad muy sentida y, además, una actividad que alientan elocuentemente los medios de comunicación culturales autorizados, poseer, en cambio, una identidad con una base sólida y capaz de resistir la corriente, tenerla para toda la vida, “resulta ser un obstáculo, y no una ventaja, para personas que no controlan, en la suficiente medida, las circunstancias de su itinerario vital; una carga que constriñe el movimiento, un lastre del que hay que deshacerse a fin de mantenerse a flote” (Bauman, 2014).

De ahí la relación entre los problemas de identidad y la carga emocional de ansiedad y angustia existencial que experimentan los sujetos posmodernos.

He ahí, pues, parte de la perversidad o del malestar que, más allá del originario Malestar en la cultura, de Sigmund Freud (1930), el estadio actual de la sociedad líquida consumista, el neoliberalismo como ideología económico-política y la desarticulación de todo lo que estuvo articulado nos están legando.

Por identidad palimpsesto hemos de entender, entonces, aquella, unas veces frágil y otras veces radical diferenciación subjetiva o grupal, propia de estos tiempos en los que la memoria y el aprendizaje ceden su espacio al olvido y a la obsolescencia vertiginosa; en los que lo espiritual y lo material duran apenas lo que la relativización de la jerarquía de valores permite; en los que vivir es como ir grabando un vídeo con cada vez más nuevas imágenes, en donde cada instantánea se enseñorea como borradura de la anterior y así interminablemente. ¡Ecce homo!



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