Hay que parar ese genocidio

Hay que parar ese genocidio

Hay que parar ese genocidio

Rafael Chaljub Mejìa

A cuáles normas del derecho internacional obedece Israel? Qué autoridad ni que valor les concede a los organismos internacionales de mediación y cuál respeto le merece la opinión pública del resto del mundo? Estas y otras preguntas no son ociosas, se vienen haciendo desde hace tiempo y ahí está la historia.

Creado por la resolución 181 del 27 de noviembre de 1947 de la Asamblea General de la ONU, Israel se instaló en un territorio ocupado por 500 mil judios apenas, que eran una franca minoría respecto a la cantidad de residentes palestinos que había en él.

Enseguida sobrevino la guerra con sus vecinos y al final de la misma en 1948, Israel se había expandido a costa de los demás en un 20 por ciento por encima de lo que el llamado Plan de Participación de la ONU le había asignado.

Luego, el Sinaí quitado a Egipto por mucho tiempo. Las alturas del Golán a Siria. El sur del Líbano, y ni qué decir de la expulsión de los palestinos de parte de su propia patria, aparte de los controles dignos de un getho nazi a que somete a los residentes en Cisjordania y la franja de Gaza.

Y junto a esto, cuál es el límite que el debido respeto a la vida impone a los gobernantes de Tel-aviv? Dejemos la historia a un lado para no hablar de las matanzas de los campamentos de refugiados de Sabra y Chatila en el norte de Beirut en 1982.

Hablemos del presente. En una acción atribuida a Hamas, pero que parece más bien la obra de unos provocadores que de una dirección política responsable, fueron asesinados tres ciudadanos civiles de Israel y desde el ocho de julio pasado empezó la masacre, que el sábado 19 sumaba más de 300 muertos en su mayoría civiles y entre ellos casi cuarenta niños.

Y son pocos los que se dan por enterados. Al menos, el caballero Ban Ki Moon sacó el pecho y, vaya usted a saber, pues para pedirle a Israel que trate de matar menos civiles en las embestidas de sus tropas.

Ante una ONU inoperante y si Israel no escucha, entonces que se les carguen las exigencias a sus protectores, Estados Unidos e Inglaterra principalmente.

Y, de su parte, los de Hamas que comprendan que Israel es un Estado con derecho a la existencia, no tiene derecho a hacer lo que está haciendo ni mucho menos, pero es falta de realismo pretender otra solución al sangriento y largo conflicto que no sea la de dos Estados en dos territorios para dos pueblos vecinos.

No se cambia esa realidad lanzando unos misiles que nisiquiera alcanzan a caer a tierra, ni atacando a civiles israelíes.

Y, mientras la anhelada paz se alcanza, los gobiernos responsables, la humanidad democrática, debe hacer todo lo necesario para detener esta masacre que hoy avergüenza al mundo y ultraja los mejores sentimientos humanos.



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