Hay que estar preparados

Roberto Marcallé Abreu

Una actitud, como la asumida por los empresarios de Herrera en relación a la firma del denominado “Pacto eléctrico”, debe servir de norma de conducta de quienes tienen el deber y la responsabilidad de defender los intereses de la ciudadanía.

La institución se negó a suscribir dicho “acuerdo” porque, a su entender, “solo favorece a los mismos sectores tradicionales” y “en poco o nada defiende los intereses de la población”.

Ya se ha adelantado que las tarifas de la energía eléctrica “van a ser revisadas cada tres meses a partir del mes de julio de 2018”.

Quienes conocen el ejercicio desastroso y abusivo de las “revisiones semanales” de las tarifas de los combustibles, deben imaginar lo que nos espera.

Una actitud similar es la asumida por las Asociaciones de Amas de Casa, que solicitaron al Ejecutivo que no confirmara en su posición a la encargada de “Pro consumidor”.

¿Sus razones? Que la funcionaria “solo defiende los intereses de los empresarios, de los comerciantes y de los industriales” e ignora de forma olímpica a los consumidores. Un ejemplo: “el turbio negocio del gas propano”.

La actitud deleznable de quienes abusan sin piedad de gente que no tiene quién los defienda, se reitera con el sistema de pensiones y los beneficios vinculados al “seguro nacional de salud”. Similar historia significa el burdo falseamiento de las cifras sobre el costo de la vida.

Los casos sobran. ¿Hasta dónde se piensa llegar por este errático camino de depredación e irrespeto contra las mayorías?

La deuda externa ya alcanza el cincuenta y tres por ciento del Producto Bruto Interno (PBI). Hace diez años era, solo, ¡de un diez por ciento! Los entendidos consideran que una deuda superior al treinta por ciento resulta impagable e incontrolable. Es la vía rápida hacia la quiebra nacional. Súmele que no hay redistribución del ingreso y la pobreza, el hambre, la miseria y la desprotección desbordan todos los parámetros correctamente calculados.

El dominicano siente que tiene la soga al cuello, que lo arrastran hasta los mismos límites de la desesperación. Se incrementa el crimen y la inseguridad. Aumentan sin freno el tráfico y consumo de estupefacientes, las muertes violentas, los suicidios y las “desapariciones”.

El desorden es mayúsculo, la racionalidad se ha perdido, estamos a la deriva. Las autoridades son sordas, mudas y ciegas.

Quienes manejan la “cosa pública” ignoran a la gente y permiten una invasión inconcebible de los depauperados del oeste que vienen a agravar nuestros males.

La oposición política es un simulacro. La misma yace inmóvil, suspendida en el vacío, sin vigor, sin un sentido claro de nada.

Este año, insisto, será decisivo para que situaciones de envergadura se coloquen en un complicado primer plano. Me pregunto si la reciente y casi subrepticia aprobación de una “ley de excepción”, que no ha recibido ninguna publicidad, tiene que ver con el oscuro desenlace que se vislumbra frente a nuestros ojos.

En el texto de dicha ley se afirma que busca prever “aquellas situaciones extraordinarias que afecten gravemente la seguridad de la nación, de las instituciones y de las personas”.

Los días por venir nos dirán con toda claridad de qué se trata todo esto. Es bueno estar preparados.