Hay problemas que vienen de lejos

Hay problemas que vienen de lejos

Hay problemas que vienen de lejos

Rafael Chaljub Mejìa

La inmigración ha sido un problema con el que hemos luchado desde tiempos remotos. Hace poco un grupo de dominicanas, de esas que ahora llaman “trabajadoras sexuales”, protestaba porque, según ellas, venezolanas del mismo oficio les estaban quitando los clientes y empujándolas a la quiebra.

Me extrañó que el FMI no aconsejara a las dominicanas superarse y mejorar la calidad de su servicio para hacerse “competitivas”.

Me vino a la memoria la carta del 9 de septiembre de 1846, hace casi ciento sesenta años, remitida por un grupo de comerciantes veganos al presidente Pedro Santana, para pedirle que tomara medidas contra unos mercaderes judíos que compraban las onzas de oro y los frutos a precios muy superiores a los que pagaban los dominicanos.

Hay que leer el boche que le dio el presidente al gobernador vegano que se solidarizó con los quejosos.

La llegada de inmigrantes es cosa vieja. Bajo el mando de Boyer, en 1824, llegaron los negros libertos de Filadelfia y otros estados norteamericanos y esa inmigración dejó sus huellas para siempre en lugares como Puerto Plata, Samaná, San Pedro de Macorís y otros.

Canarios, cubanos, puertorriqueños, españoles, árabes, fueron atraídos por esta tierra. Y a propósito de los árabes, aquí va esta.

Diecisiete comerciantes petromacorisanos le escribieron al Congreso Nacional el 9 de junio de 1896, para denunciar el perjuicio que les provocaba “…una invasión de árabes en pueblo y campo, de puerta en puerta que… han abarcado todo el negocio y nos han ido arrollando, hasta convertirse nuestro comercio en un cementerio desolado y triste”… es imposible luchar con ellos, dice la carta.

Y aquí otra que no puede ser más actual. Ante denuncias de que los haitianos eran maltratados en nuestro país, un informe oficial en 1871 respondía que “a pesar de la aversión nacional que se siente por Haití, hay en este momento muchos centenares de haitianos que viven tranquilamente y se dedican a sus actividades en territorio dominicano”.

En 1884, Bonó escribía que la zona fronteriza del sur estaba “expuesta a una invasión perenne y progresiva de población extranjera, haitiana, que hace desfallecer cada día más el elemento dominicano, el cual desarmado y exhausto, desaparecerá por completo de esa región.

De este pronóstico hace siglo y medio. Le dejo a usted los comentarios, solo destaco que hay problemas que vienen desde muy lejos.



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