Hablando de sueños e ilusiones

Hablando de sueños e ilusiones

Hablando de sueños e ilusiones

Roberto Marcallé Abreu

Nunca son gratas las malas noticias. Y las buenas, mucho mejor. Es parte de la sicología humana. Solo que la realidad obliga.

No se puede seguir adelante si nos hacemos a la idea de que todo es hermoso y perfecto. Que no hay nubes oscuras en el horizonte.

La verdad es lo más creativo que existe. Nos da la medida de los esfuerzos que debemos desplegar para asumir las adversidades.

La República Dominicana es un país que, por sus dimensiones y recursos hace tiempo que debió estar inscrita entre los países que han dejado atrás el subdesarrollo.

Es interminable la lista, encabezada por el patricio Juan Pablo Duarte, de quienes han ofrendado lo mejor de sí para ofrecerles a los dominicanos un presente y un futuro digno.

Estos esfuerzos han sido frustrados por una connivencia de intereses espurios de criollos y extranjeros que se han impuesto una y otra vez.

Valen estas reflexiones para evaluar el discurso pronunciado por el Jefe del Estado el pasado 27 de febrero. ¿Qué esperaban los dominicanos escuchar sobre el acuciante problema haitiano? En principio frenar esta invasión que trastorna gravemente el desenvolvimiento del país.

El envío de diez mil soldados rigurosamente supervisados a cuidar la frontera. Una operación en todo el territorio para que se devolviera masivamente a Haití a esos extranjeros.

Suspender la concesión de visas, y legislar de urgencia para la aplicación de penas rigurosas de cárcel y multas a los traficantes y empleadores.

Una depuración implacable de las ONG pro haitianas, anulando el registro de todas aquellas que se dedican a realizar una labor de zapa contra el país.

Penas de prisión a los ilegales que sean atrapados en territorio dominicano tras ser deportados y penas de prisión y multa a quienes no respeten la proporción 20-80 en el empleo.

La edificación de un muro en la frontera.
El anuncio del rescate masivo y definitivo de los dominicanos que cada año son amenazados por el crecimiento de los ríos o aquellos que en barrios, parajes y campos son víctimas de la pobreza.

La edificación inmediata de miles de kilómetros de carreteras, caminos vecinales, viviendas, acueductos, y escuelas en beneficio de los pobladores del interior y las ciudades que se encuentran en estado de abandono.

Frenar el endeudamiento externo y adoptar medidas encaminadas a reducir la deuda. Asumir una actitud realista ante las escandalosas alzas del costo de la vida.

¿Demasiado pedir? Todas estas metas están al alcance de la mano si se procediera con el sentido patriótico de un Juan Pablo Duarte. ¿Otro sueño? Es el que prefiero en lugar del otro en el que todo es azul y blanco y ninguna nube oscura perturba la perfección de nuestros días.



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