¡Gracias Víctor Manuel!

¡Gracias Víctor Manuel!

¡Gracias Víctor Manuel!

En medio de convenciones y cabildeos congresuales, Víctor Manuel San José Sánchez nos hizo el fin de semana. Llegó de España sin carabelas ni espejitos y casi sin respirar, entre sorbos de agua, nos regaló y 36 canciones y una noche para no olvidar.

Más que un concierto, una radiografía íntima, minimalista, que nos paseó la nostalgia, desde su canto social en los días difíciles de la transición española, hasta su pequeño pueblo Asturiano de Mieres “donde su abuelo Víctor también fue ferroviario”.

La sala Eduardo Brito, la XVIII Feria Internacional del Libro y un sonido impecable conspiraron a favor. Sin más escenografía que su voz -ya no tan joven- pero enérgica, comprometida, el acompañamiento del guitarristas Borja Fernández y el piano magistral de su joven hijo David San José.

Con impecable narración autobiográfica,al compás de canciones e historias nos fue llevando hacia temas emblemáticos como “María coraje”, “En la planta 14” y “Ya no quiero matar” encendiendo los ánimos de un público cómplice que entre aplausos y silbidos no disimuló su admiración.

Entre vivencias contadas y cantadas no pudo faltar su particular relato cuando visitó el país por primera vez en solidaridad con el pueblo dominicano durante la celebración del histórico concierto “7 días con el pueblo”. Cuenta que no ha podido olvidar cómo con la tarima rodeada por una amenazante fuerza policial dispuesta a matar interpretó las emblemáticasletras de “No quiero ser militar”.

Entonces toma un largo trago de agua. Y es aquí cuando se le encoje la voz y entre lágrimas recuerda la amistad labrada con el periodista Orlando Martínez, asesinado durante los fatídicos 12 años de Balaguer.
Su sensibilidad lo delata, respira, toma aire, evoca la complicidad de Ana Belén su compañera de aventura y compromiso, mira por enésima vez su hijo al piano e interpreta con voz desgarrada su canción para Orlando “El águila negra visitó Santo Domingo”.

El aire se puso denso, difícil de respirar en aquella sala donde no hubo más glamur que sabernos parte de aquel momento cierto. Y él lo sabía. Entonces giró el tono a su lírica para entregarnos canciones que todos tarareamos como “Ay amor”, “Nada sabe tan dulce como su boca”, “Soy un corazón tendido al sol” y la hermosa historia de amor nacida entre una pareja habitante de un hogar para personas con capacidades especiales “Solo pienso en ti”.

Parecía llegar el final de una noche sin desperdicio, pero Víctorconocía de la empatía creada con su público, con un país donde tiene muchos amigos. Salió, volvió al escenario, y ya nunca se fue, se perdió entre besos y abrazos de la gente que allí estuvimos, haciéndonos olvidar, por unas horas, el ruido sucio de una compaña política eterna que nos arrastra sin fin hacia más de lo mismo.



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