Golpe de Estado

Golpe de Estado

Golpe de Estado<BR>

No importa si el presidente Zelaya, de Honduras, es izquierdista o derechista, ni si es amigo o enemigo de Hugo Chávez y su combo, pero de ninguna manera puedo aceptar callado el golpe de Estado que acaba de dársele. Tengo que consignar mi protesta y dejar constancia de mi grito de rechazo a una acción retrógrada e ilegítima en cualquier parte que ocurra.

Pensaba, hasta ayer, que ya no quedaban gorilas en este continente, mal llamado “de la esperanza” y “del futuro”. Pero la realidad me saca del engaño.

En mi caso particular, tuve algunas relaciones con Zelaya –no muy cordiales, por cierto- en ocasión de mi presidencia de la Sociedad Interamericana de Prensa. Un par de veces hube de visitarle en el palacio de Gobierno de Honduras y discutí con él delicados asuntos relacionados con la libertad de prensa en su país. Debo decir que, aún en los casos de desacuerdos, imperaron el respeto y la decencia en las conversaciones.

Mal precedente el de Honduras. Mal ejemplo para los militares de América y para los civiles incapaces de creer en el respeto al derecho ajeno y a las leyes.

Imagino que el Gobierno dominicano retirará a sus diplomáticos acreditados en Tegucigalpa en señal de que no reconoce al gobierno de facto que habrá de instalarse allí. Es lo menos que podemos hacer para demostrar, con hechos, que creemos en la democracia.



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