Frenar la codicia

Altagracia Suriel

El papa Francisco dice que cualquier persona que tenga demasiado apego al dinero y a las cosas no debe meterse en política, en organizaciones sociales o movimientos populares, porque va a manchar la noble causa que enarbola.

Él hace alusión directa a la codicia, una atadura que genera grandes problemas éticos como la corrupción, el narcotráfico y la violencia.

La codicia proviene del término latino “cupiditas” y se asocia a la ambición desmedida y exaltada de dinero, bienes u otro tipo de riqueza.

Frenar la codicia es el camino para la justicia social. Hay 4 reflexiones que pueden orientarnos en la prevención de este antivalor:

1. La mejor herencia de los hijos es la educación. Si se llega a la codicia para acumular bienes pensando en asegurar el futuro de la prole, hay que recordar que la herencia de riquezas puede dividir a la familia o promover la vagancia. En tal sentido, es pertinente recordar el refrán que reza “a lo que nada nos cuesta hagámosle fiesta”.

2. Vivir en paz. La codicia induce a preocupaciones excesivas y a cometer hechos que roban la paz. El codicioso está tentado a perder los escrúpulos. Aunque no siempre paga por sus actos, carga el peso de las potenciales consecuencias de sus acciones o está a expensas de venganzas, ajustes de cuentas o de muerte moral.

3. Perder la libertad. La codicia incita a obtener dinero a costa de lo que sea y de quien sea. A obviar la ética y la moral, a quebrantar leyes y ponerse en riesgo de perder la libertad. La impunidad está pasando a la historia y su apocalipsis ya empezó. Con las redes sociales cobra más fuerza el dicho de que “todo se sabe”, de que “lo mucho hasta Dios lo ve”. Y, ya la justicia no solo es divina, es tan humana como nunca antes lo fue.

4. Pensar en la muerte. Por más que acumulemos, todo pasará. Nadie se lleva nada cuando muere. La mejor maestra de la vida es la muerte. Si pensáramos en ella viviéramos mejor, con menos y sin dañar al prójimo.