Fidel y la muerte

Fidel y la muerte

Fidel y la muerte

Miguel Febles
mifebles@yahoo.es

Nacido y formado en un tiempo de grandes escritores, Fidel Castro Ruz ha muerto cuando nadie escribirá una oda memorable.

Tal vez en un rincón capitalista un poeta ramplón pergeñe unos versos, pero nada como aquellos de Neruda a Tina Modotti, a Estalingrado.

La leyenda de su pacto con la muerte empezó el mismo día del asalto al Cuartel Moncada. Como cuenta el protagonista en entrevista con Ignacio Ramonet, se había quedado atolondrado y vivió para contarla gracias a otros, que lo arrebataron del lugar donde estaba parado.

Al final de su vida, ocurrido por causas naturales hasta prueba en contrario, los castrólogos registran más de 600 intentos de asesinato. La muerte de Fidel ha provocado pesar entre admiradores y alegría entre adversarios.

En términos humanos puede resultar chocante la celebración de una muerte, pero ante todo, los hechos.
¿Por qué el festejo? Creo que es, en el fondo, una posición política.

Lo que ha estado en juego entre Fidel y sus adversarios es una visión del mundo y del poder para empujarlo en la dirección de ese punto de vista.

Y como el tótem de esa cosmovisión ha caído, los otros prevén la apertura de una puerta por donde entrará en tromba el cambio en Cuba. Desde luego, puede haber un cambio rápido, pero no porque lo quiera el exilio.

Raúl Castro debe de haber hecho ya un pacto con los mandos militares para mantener la gobernabilidad dentro de los límites impuestos por su visión del poder.

Y esto, desde luego, abre la compuerta de las ambiciones personales, porque de ahora en adelante la política será práctica, corrompida, nada o muy poco emocional. Millones de cubanos estarían, en términos de unas semanas, dispuestos a cambiar cualquier ventaja social heredada de la época de Fidel por la aventura de otros caminos, por desatarse del colectivo y tentar la suerte personal que le permita forjar su propia historia, como los cubanos de Miami, los dominicanos y los puertorriqueños, que en 1959 tenían menos que ellos y hoy tienen más.

Es en el caldero del poder de La Habana donde se cocerá el potaje de la nueva Cuba.

A esta hora todos estarán tratando de meter sus ingredientes en la sopa de Raúl y acaso a este general decrépito le sea dado armonizar las ambiciones para darle el aliento de unos años que algunos prevén, entre ellos yo, a un régimen incapacitado por artritis política. En esta hora los caminos de perdición están abiertos y retorcidos los que llevan a buen fin.

El poder lo corrompe todo, y es el poder lo único que cuenta en esta historia.



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