En nuestro planeta cada día se inaugura un festival de cine, unos más importantes que otros, con mayores o menores recursos, de mayor o menor trascendencia para las diferentes carreras de los profesionales del género.

La entrega del Oscar de la Academia de Hollywood no se puede decir que es un festival de cine, es más una manifestación del cine americano, donde solo se aceptan inscripciones internacionales oficialmente a través de los gobiernos. Su tradición todos conocen.

Previo a éste, se entregan los “Globe Awards”, más concienzudos y críticos obedecen menos a los intereses de la industria hollywoodense y su programa de prioridades y relaciones públicas, igual centrado en el cine americano y poco en el internacional.

De mayor interés me parecen los festivales internacionales de cine, donde realmente confluyen obras y creadores de todo el mundo, y donde, sobre todo, se impone la creatividad, la originalidad y el discurso cinematográfico de ética y trascendencia humana, sin dejar de lado los aspectos comerciales e industriales del medio. A mi juicio, ellos son el de Cannes, Venecia, la Berlinale y Toronto, en Montreal, el del Nuevo Cine y el del Cine del Mundo.

El intento de participación de autores y productores dominicanos en esos eventos, ya que muchas veces la calidad y la confrontación no lo permiten, debe ser un objetivo primordial para todos aquellos que estamos interesados en que nuestro país alcance un sitial de importancia en la cultura cinematográfica mundial.