El problema empezó a mostrar su magnitud en la zona de Bávaro, Punta Cana, hace varias semanas. Inició como una curiosidad ambiental, pero a medida que se ha ido expandiendo ya las algas en los litorales costeros de la región Este van constituyéndose en un fenómeno preocupante.

República Dominicana tiene en el turismo uno de sus principales generadores de divisas y a nivel mundial se promociona como un destino de sol y playa.

Los atractivos culturales y ecológicos han sido siempre complementarios a nuestras hermosas y cálidas playas.
Por tanto, la afectación de estos litorales incide directamente en la espina dorsal de la economía dominicana: el turismo.

La aparición de estas algas, en una cantidad inusual y excesiva, tiene desconcertados a los biólogos marinos y expertos de otras áreas vinculadas tanto del país como del extranjero.

Hasta ahora trabajan en determinar con exactitud el origen del fenómeno, pero mientras tanto las algas están expulsando a los bañistas.

El caso de Boca Chica es patético. Durante el fin de semana la visitación se redujo a su mínima expresión, generando grandes pérdidas a los empresarios turísticos y al comercio.

Las autoridades de los ministerios de Turismo y de Medio Ambiente no tienen tiempo que perder. Cada día que pasa afecta nuestra llamada “industria sin chimenea”.

El turismo del litoral este del país está en un verdadero estado de emergencia.