El innegable éxito de la marcha del domingo posee una característica poco resaltada: lo que aglutinó esa masa inmensa de inconformes fue una idea, luchar contra la corrupción e impunidad; no seguían líder o candidato. Es una de las poquísimas veces que ocurre desde que recobramos la libertad en 1961.

Parecidamente, en Venezuela más de siete millones de votantes acudieron a un referéndum organizado por la oposición y la mayoría rechazó vigorosamente un plan oficial para cambiar la Constitución y eternizarse en el poder. Allá la polarización es entre chavistas que apoyan a Maduro y opositores que desean elecciones.

Allá y aquí la oposición carece de una figura mesiánica o líder supremo. ¿Indica esto cómo la capacidad de organizarse políticamente mediante redes sociales favorece la colaboración en torno a propósitos, no personas?

Es imposible y grotesco comparar los gobiernos dominicano y venezolano, desde casi ninguna perspectiva.

Pero la coincidencia de métodos de anti-chavistas y nuestros verdes debería obligar a los partidos políticos dominicanos a recordar cómo y por qué surgió Chávez.