Espejismos por oro

Espejismos por oro

Espejismos por oro

Fidel Santana, presidente del Frente Amplio.

*Por Fidel Santana

La narrativa que da cuenta del encuentro entre la ambición de los invasores europeos y la bondad de los taínos que poblaban la Isla de Quisqueya destaca el hecho del intercambio de regalos entre los visitantes y los involuntarios anfitriones. “Espejitos por oro” se escucha decir desde entonces en boca de cualquiera que desee ejemplificar una relación de intercambio que implique una apropiación de tesoros valiosos a cambio de bagatelas.

Esa es la razón por la que la palabra “indio” no solo sirve para designar a los pobladores de las tierras que Colón y su camarilla de rufianes pensaban que era la India, sino que en muchos casos adquiere una denotación negativa, haciéndose sinónimo de palabras como “tonto”, “ignorante”, “pendejo”, etc.

En nuestro país es muy común escuchar a la gente decir “este cree que quedan indios”, en alusión a la puesta en evidencia de alguna engañifa o propósito propio del ventajismo o el oportunismo que se aposenta en el accionar de personas dedicadas a enriquecerse o aprovecharse del trabajo o el esfuerzo de los demás.

A pesar de los juicios severos, resulta comprensible que los “indios” cambiaran oro por espejitos. En la sociedad taína no se manejaban relaciones mercantiles ni se le atribuía valor alguno al oro. Por tanto no se trataba, en su lógica, de un intercambio desigual de valores. Recibían a cambio de un pedazo de piedra brillante, que aparecía por todos lados, un artefacto novedoso que les permitía mirarse. Y los que pudieron recibirlo lo portaban en sus macutos como un artefacto extraordinario, mágico, en el que podían verse reflejados, como si sus almas se desprendieran de la piel para mirarse a sí mismos desde fuera. Por eso pensaban que era un buen trueque.

Más de cinco siglos después de aquel despojo primigenio que marcaría el horizonte de la relación de Europa con el mundo americano, parece que sería un buen ejercicio volver a preguntarnos si nos comportamos como indios en este terruño querido. O, por lo menos reflexionar acerca de si los nuevos encomenderos, los negreros y demás maleantes de la modernidad siguen mirándonos con el mismo criterio que miraban a nuestros pueblos los bandidos que devastaron y saquearon a América y África, sólo con el signo del oro en la frente.

Escribo esto a propósito de la concesión minera Romero, en San Juan de la Maguana, que se propone extraer más de 500 millones de dólares en oro en la zona sur de la Cordillera Central, ubicada en un área sensible para la vida y la agricultura en el valle de San Juan, ya que varios ríos y sus afluentes serán impactados.

Esta vez los neo colonizadores no nos traen espejitos. No se conserva la inocencia e ingenuidad de los taínos. Ahora sus lacayos de siempre nos ofrecen espejismos en vez de espejitos.

Proponen unos artilugios más complejos y más retóricos, que se adaptan a las ilusiones estadísticas de los gobiernos para esconder el entreguismo. Mitos “líquidos” (como diría el fenecido sociólogo Sigmund Bauman), que nos proponen el “progreso”, el “bienestar”, “la inversión de capitales frescos”, la “competitividad”, o “el desarrollo”, que no acaban de llegar, a pesar de que los traficantes de sueños tienen siglos prometiéndolos. Cuando más cerca parecieran estar es cuando más fácil se nos escabullen por las comisuras de los dedos, en una especie de versión injusta del “suplicio de Tántalo”.

A eso regresó, como traído de ultratumba el tristemente recordado Antonio Isa Conde. El mismo de la Crep, el que vendió todas las empresas del Estado a precio de “vaca muerta”. Ahora es el ministro de Energía y Minas. Imaginemos lo que va a pasar. Drácula administrando el banco de sangre. Nadie más nefasto para los intereses del país y del Estado. Si ese señor encontrara la manera de privatizar el aire que respiramos no lo pensaría dos veces. Es el “cara dura” más descarado cuando se trata de auspiciar el despojo de los bienes públicos y ahora apunta hacia los recursos mineros.

El gobierno tiene apremios financieros. Administra un presupuesto deficitario y navega en un mar de deudas. Necesita asirse a cualquier tabla de salvación. Necesita dinero urgente, aunque para ello tenga que vender su “alma al diablo”. Total: otros son los que pagaran los platos rotos. El camino más fácil es el de entregar nuestros recursos naturales, aunque contaminen y dañen la ecología del país. Y quien mejor “jinete del apocalipsis” que Antonio Isa Conde. No tiene nada que perder. Su trayectoria de empresario progresista fue engullida por la codicia privatizadora neoliberal. .

Él es el instrumento para la estrategia de la “gatita de María Ramos” que no solo se propone explotar el oro de San Juan de la Maguana, su tierra natal. Tienen también en agenda a Loma Miranda. El “Conde Drácula» tiene el tufo y el tupé para que le resbale la crítica ciudadana. Y el reeleccionista se ha curtido en la simulación y en el arte del titiritero.

Queda por ver si seguimos siendo “indios” tontos y mansos o si de tanto alimentarnos con espejismos se nos crecieron los sueños.

Defenderemos la vida de nuestros ríos. El oro no nos ha servido más que para que compren cadenas más gruesas para oprimirnos y explotarnos. Si nuestras fuentes de vida son contaminadas nuestros hijos y nietos no podrán dar continuidad al proyecto dominicano ideado por Duarte. Podemos derrotar a los perversos.