¿Es posible avanzar en lo positivo?

¿Es posible avanzar en lo positivo?

¿Es posible avanzar en lo positivo?

Roberto Marcallé Abreu

No me parece que el exabrupto, la virulencia verbal, las actitudes y conductas sórdidas, ambiguas o equívocas, la intransigencia, sean el camino para corregir las graves desavenencias que se aprecian en nuestra realidad como conglomerado humano.

En ese ámbito no se pueden esperar soluciones ni avenencias, sino confrontaciones cada vez peores. Y éstas sí que pueden trastornar hasta los extremos el precario desenvolvimiento de las instituciones.

Insisto que un momento como el que vivimos demanda claridad de miras, desprendimiento, amor por la patria, humildad. Solo a los culpables y los obtusos -y esta es la mejor vía para identificarlos- conviene ese gradual pero progresivo deslizamiento hacia situaciones catastróficas.

De ser oposición, reclamaría la creación de mecanismos concretos para frenar la corrupción y la impunidad. Enfrentar la delincuencia, la inseguridad y el crimen como una decisión social y no de contubernios espurios.

Insistiría en la perentoria necesidad de atenuar la injusta redistribución del ingreso, hacer eficientes los hospitales, controlar el costo de la vida, preservar nuestra colapsada clase media, hacer habitables los barrios orilleros y a pobladores de zonas riesgosas. Aplicaría la ley sobre nacionalización del trabajo, y detendría drásticamente la migración haitiana.

De ser gobierno atraería sectores con peso específico ante el pueblo, y sugeriría que figuras honorables de nuestra vida pública, que las hay, fueran designadas en posiciones relevantes donde pudieran contribuir a superar tantos despropósitos. Un ejemplo es la solución del problema de “La barquita” y la participación del empresario Cuadra.

No trataría de maquillar datos relativos al número de decesos, crímenes y actos delincuenciales, la negligencia oficial, las sobrevaluaciones, el asesinato de mujeres, el irrespeto a la ley.

Erradicaría el uso de recursos públicos para repartos dudosos, el “regalo” de planchas de zinc, madera y materiales de construcción a sectores empobrecidos sin planes ni programas.

No otorgaría calificativos deleznables a la extendida inconformidad. Programaría otorgar espacio a quienes aporten ideas y esfuerzos encaminados a enfrentar los males existentes.

Cedería autoridad a sectores organizados –juntas de vecinos, líderes comunitarios, organizaciones de universitarios egresados, párrocos de las diferentes iglesias- para que sean participes directos en la reconstrucción de sus barrios, viviendas, parques, calles, caminos vecinales. Otorgaría real respaldo a pequeños empresarios, incentivaría programas de seguridad barrial, protección a familias y personas indigentes, clínicas rurales, hospitales públicos.

Si se encaminan esfuerzos en este orden, si se disminuye la agresividad de las exposiciones y se arriba a acuerdos sobre temas específicos y concretos sería notable la ganancia social.

Concretar tales programas requiere una dosis muy grande de buena fe, de honestidad y de amor por la Patria y el pueblo. Si estas virtudes son difíciles o imposibles de encontrar en nuestros sectores responsables –tanto dentro como fuera del Gobierno- estamos definitivamente perdidos.



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