En la guerra, vencidos y vencedores, todos sufren y todos pierden

En la guerra, vencidos y vencedores, todos sufren y todos pierden

En la guerra, vencidos y vencedores, todos sufren y todos pierden

 

Porque:… “La política es la ciencia de

La Libertad”

La Democracia ha surgido de la idea

De que si los hombres son iguales

En cualquier aspecto, lo son

En todos.

Aristóteles.-

Definitivamente que es cierto aquello de que no hay gloria en la guerra. Vencidos y vencedores todos salen con heridas que perduran quizás por siempre. Las guerras desgarran y causan males tanto a los culpables como  los inocentes pero, los políticos se niegan a ver esta realidad entre otras tantas cosas, porque de una u otra manera, ni ellos ni sus seres más allegados, difícilmente participan de forma directa o materialmente en la misma y esa testarudez para admitir este hecho, radica en que por saciar sus ambiciones de poder, no titubean en llamar a la guerra, a la revuelta, al caos, y las hordas corren alocadas por oscuros laberintos de intrincadas mentiras en busca del vellocino de oro prometido por los dirigentes políticos, asegurándoles que el mismo se encuentra al final de la oscuridad que contemplan.

Le expresó Don Quijote a Sancho, antes de que fuese a gobernar la Ínsula: “Los oficios y grandes cargos, no son otras cosas sino un golfo profundo de confusiones”. “Cosas veredes”, o de lo contrario, vaya usted a ver esas que producen los políticos en las mentes de los pobres desposeídos que no saben a ciencia cierta si estos personajes en verdad se preocupan por ellos o solo los utilizan como marionetas para la obtención de sus propios intereses. Hasta en los sentimientos de la chusma, se les arremolinan ciclones de sensaciones encontradas opuestas y no llegan a discernir que el pobre les hiede a los políticos y sin embargo, en época de campaña electoral hasta los abrazan, eso sí, que después proceden a una limpieza profunda con “manitos limpias” y una fuerte ducha que los despoje del mal olor del hambre, la miseria y la pobreza con la que compartieron por unas horas, solo para obtener sus votos.

En cuanto a mí,  solo desearía que nos alimentaran con certezas y no con dudas, porque al final, estas son precisamente las que producen incertidumbres y dan lugar a las elucubraciones, al morbo y a la siempre sospecha de que lo que dicen no es, porque su oratoria está llena de falencias y ambigüedades engañosas, hasta llegar al momento decisivo, donde las razones se enfrentan a las ambiciones y todos los demonios son desatados. Y es posible, que ya, después de tanto tiempo estar esos dos trenes corriendo por la misma vía pero, en sentido contrario, se produzca el fatal encuentro, donde todos perdemos.

En el supuesto que esta inevitabilidad se pueda producir, tendríamos que volver a pensar que solo cuando las autoridades políticas y los subordinados se apoyan unos a otros es que se podría evitar, es decir, lograr lo que en estos momentos y desde hace décadas no existe… ¡Confianza!, es la única manera de terminar con este desorden, con este caos institucional que nos corroe hasta el alma, es darle significado a las leyes, al compromiso político, no solo respondiéndole a los compañeritos de partido o claque, sino al pueblo, sus leyes y a Dios.

Es inquietante contemplar como las cosas que han costado tantos esfuerzos y sangre hoy son tiradas al zafacón de los desganos por un grupo de indolentes, carentes de fortaleza moral, como esa de expresar que ante las indelicadezas manifiestas de “honorables” representantes, la Cámara que los agrupa alegue que esas inconductas no pueden ser tratadas en las sesiones, porque esos son asuntos que no forman parte del procedimiento legislativo. ¡Malaya sea! ¡Sí señor!



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