En el mar de la ambición

En el mar de la ambición

En el mar de la ambición

Ser ambicioso no es malo, pero -comúnmente- asociamos esta palabra a lo malhecho o le damos una connotación negativa, cuando es todo lo contrario, pues la ambición no es el deseo de crecer indiscriminadamente porque sí o sin sentido, es más bien el deseo que, como seres humanos, tenemos para buscar protección, seguridad y bienestar.

Es bueno dejar de confundirla con los defectos que tenemos los seres humanos, porque una cosa es ambición y otra avaricia.

Esta última si es el deseo ciego por obtener fines como la riqueza o poder, sin importar los medios para la consecución de estos. Casos tenemos de sobra a nuestro alrededor y, lamentablemente, vemos con tristeza cómo se multiplican.

Debemos entender que los deseos de prosperidad son legítimos, pues uno de los maravillosos aspectos de la inteligencia humana es la capacidad que tenemos de buscar la manera de mejorar nuestra calidad de vida. El problema empieza cuando hacemos lo incorrecto, pasamos por encima de los demás o dañamos a las personas para lograr nuestros deseos.

Si somos reflexivos, es como les digo a mis hijos cada vez que puedo, “todo exceso y obsesión es una deformación”, pues es bueno y válido -como se escribe en los pagarés- amplificar nuestros objetivos para lograr bienestar y seguridad, siempre y cuando no extraviemos la brújula moral en el camino.

Lamentablemente, la línea divisoria -del bien y el mal- para algunos puede ser muy fina y borrosa.

Recordemos que la avaricia es una ruta fácil para que las aspiraciones de prosperidad y bienestar pierdan su legitimidad.

Que la arrogancia no nos nuble el camino y logremos ver más allá de nuestras narices y entender que hacer bien una trayectoria de logros es construir los puentes por donde cruzarán los que vienen detrás, en especial si los que nos siguen son nuestros hijos.

Tengamos pendiente que lo que sembremos, eso cosecharemos.

Que el cenit de nuestra vida sea una historia de equilibrio que nos permita disfrutar con humildad y sin culpas. Recuerda que una persona ambiciosa requiere y necesita una gran causa que la guíe y nuestra gran responsabilidad es elegir la que nos brindará paz y libertad.



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