En defensa de los “limpiavidrios”

En defensa de los “limpiavidrios”

En defensa de los “limpiavidrios”

Wilfredo Mora

Hablamos de los “limpiavidrios” como si supiéramos algo del problema de los menores en las calles.

No se parecen a nosotros, con su entusiasmo real y su sentido vital; nosotros tampoco les podemos decir: “tenemos mejor suerte que ustedes; somos de una clase social más avanzada, tenemos hijos buenos y saludables, padres y amigos normales, y hemos sido forjados en el amor”.

Enfrentan las calles con alegría; a nosotros nos abruma el afán por el éxito.

Ellos están incomodando a la ciudad, dicen los Amet. Como todos los muchachos de la calle, la tendencia es que tengan comportamientos agresivos, de apariencia harapienta, rudos en el trato y sin cuidado con los adultos y, por demás, está justificado sentirse preocupados ante su presencia.
Son muchachos fruto del desamparo, de la orfandad, el abandono.

No es, entonces, raro que sean ladrones, vagabundos, camorristas y palomos de la calle. La calle es el lugar donde duermen, deambulan. Por lo que limpiar vidrios, visto así, es más que un trabajo: es un acto de resistir valientemente.

Hace unos años en la Procuraduría General de la República los recogieron para sacarlos de las calles. Demandaron que los entregaban sólo a sus padres, y ellos fueron por sus muchachos. Algunos se presentaron con corbata y camisa prestada.

Los reunieron en un salón y les endilgaron una charla. Pero uno de los padres lo paró en seco: “ustedes nos van a dar algo”. No, obtuvieron por respuesta. Entonces ellos explicaron que la única razón por la que están en la calle es para trabajar, pues no tienen otra manera de sobrevivir.

Es terrible la vida de un “limpiavidrios”. Muchos de ellos no han conocido a sus padres, y los problemas que enfrentan no los pueden explicar por ellos mismos.

Algunos son frutos de padrastros malvados. La calle les ofrece un poco de solidaridad, que también tiende a desdoblarse en violencia, pues como sabemos, los muchachos más fuertes se imponen a los más débiles, los más grandes a los más pequeños.

Hay que hacerles justicia a estos muchachos, antes de que aparezcan los problemas que vienen con arremolinados a fenómeno: los embarazos, las drogas, y se inician a la delincuencia los varones y las hembras se prostituyen.

Los regidores electos tienen en este asunto un proyecto municipal, del cual estaríamos más que complacidos en ayudarlos.



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