No todo es vicio y confusión y horrores entre el social tumulto: tras ese velo de maldad y errores, luz halla el genio y el Eterno culto, palmas el bien y la virtud loores.
En ella creo. En su bondad y su nobleza. Trato de entenderla como un todo, pero la encuentro fraccionada. Se me hace difícil comprender y perdonar sus yerros.
La parte no exenta de culpas de lo que hoy eres y de lo que destruyes. Del modo en que vives, de donde te criaste, huérfano o hijo de una madre soltera, en un barrio triste, plagado de miserias; y quizás, de un padre trabajador, que se rompía el lomo para llevar algo a la casa y termina derrotado por el maltrato y el alcohol que se trueca en violencia interfamiliar, en tu pequeño cuerpo de niño rebelde que escapa de un hogar inexistente, abandona la escuela, para mendigar ganándote la vida sin ayuda de nadie, como Dios o el Diablo manda en medio de la calle, vendiendo baratijas, y trasnochando sin rumbo fijo hasta caer en tentación, pequeños hurtos, de delitos menores.
El barrio te ve crecer, formas parte de una banda juvenil de igual calaña. Alguna vez a lo mejor fuiste sorprendido y puesto en libertad por un juez complaciente, o compasivo ante el tamaño de tu desgracia.
Trataste de cambiar buscando un empleo imposible, con puertas cerradas, reincides. Te enganchan a la policía, o a otro organismo oficial con misión equivocada.
Te ves bien de uniforme y con revolver al cinto, dispuesto a todo, ganas confianza en el mando de la institución. A cambio de pequeños encargos logras acumular un dinero que nunca pudiste alcanzar decentemente, y comienza tu carrera catastrófica.
Tras la fama, el boato, la fortuna que promete ser promisoria, va tu ruina. Pasas las primeras pruebas y sigues ascendiendo: Raso, cabo, teniente, capitán ya eres persona importante con la que el clan puede contar. Te llegan encargos peligrosos, que cumples cabalmente, te llenas de vanagloria, y un día tus manos se llenan de sangre.
Ya la conciencia no te repugna. Convertido en sicario, es preciso continuar la carrera del crimen. Asaltas, robas, traficas, matas y asesinas sin piedad. La impunidad te protege. Aterrorizas la sociedad y deshonras el uniforme y organismo que finges servir.
Lo peor es que tú alma ya encallecida, no conoce el límite de la maldad, ni de la traición. Tampoco en el tenebroso mundo al que perteneces, existe la piedad, ni principios ni lealtades.
Como has vivido, cualquier día serás muerto producto de la traición, del miedo, de un ajuste de cuentas, con igual saña y alevosía. La sociedad angustiada, víctima de tus odiosas hazañas, no celebrará tu muerte.
De tu ruina renacerá la esperanza. La voz del poeta, encarnada en una mujer que es toda poesía alumbrará el camino.