El punto sin retorno

El punto sin retorno

El punto sin retorno

La ocurrencia de sucesos de distintos órdenes en el país, muchos de los cuales llevaron a pensar que habíamos “pisado fondo” (rectificando luego al producirse otros con más terribles consecuencias), ha llevado a un malestar en nuestra ciudadanía que se expresa a menudo mediante la frase “esto se jodió”.

En varios de mis artículos para este diario EL DÍA he estado planteando la necesidad de desplegar ahora una serie de acciones antes de llegar a un “punto sin retorno”, es decir, antes de llegar a un momento en que el carácter de los daños y de los males alcanzados no aguante reparación, sea “irreversible”.

La situación que en el orden social, económico, político y ético vivimos en la República Dominicana, nos conduce muchas veces a hablar de “crisis”.

Y al hablar de crisis muchos se refieren a un estado de “incertidumbre”, de “ignorancia” en lo que se refiere a la dirección a tomar en el abordaje del objeto en crisis. Como dice Z. Bauman, es el momento en que “hay que decidir qué camino seguir y qué tratamiento aplicar…” (Estado de Crisis, Z.Bauman y C.Bordoni, 2016).

Por lo general, en este momento se hace una serie de graves cuestionamientos sin que necesariamente se considere que se trata de una situación sin regreso.

Lo normal ha sido, hasta ahora, que los estudiosos o investigadores de las ciencias sociales en nuestro país diagnostiquen respecto a la parte de la realidad que les concierne y hagan propuestas de resolución frente a ella. Esto supone que los mismos creen que todavía estamos a tiempo para la búsqueda de salidas.

Cierto es, sin embargo, que ese tiempo se está agotando. Si no se actúa ahora llegaremos a un punto, que creo muy próximo, en que no habrá muchas cosas por hacer.

Ese es el punto sin retorno, y será, por ejemplo, cuando la codicia, el individualismo, el afán de tener y de poder domine a la mayoría de los dominicanos; cuando el narcotráfico y el crimen organizado tomen posesión completa del país, incorporando en instituciones como la Policía Nacional, la Justicia y otras, una numerosa planilla de dedicados cuadros; cuando Dios o el Bien trascendente sea solo recuerdo de culturas pasadas; cuando la indolencia frente a las necesidades ajenas y la pérdida completa del valor de la vida humana sea lo prevaleciente en nuestra sociedad, cuando la educación solo sirva a la domesticación en favor de las lacras e inequidades del sistema, y en fin, cuando la buena poesía, el arte popular de calidad y el sano deporte sean atributos secuestrados solo para el deleite de pocos. Actuemos ahora para que no llegue ese punto sin retorno.



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