Como cada año, la Semana Santa llega religiosamente y con ella esos días que, si recordamos nuestras costumbres, nos dan la oportunidad de hacer un alto, reflexionar y, de acuerdo a la religión que profesemos, comulgar con los grandes ideales de bondad, entrega y amor que Jesús nos enseñó en cada una de sus acciones… estos días nos dan la oportunidad de sentir su presencia entre nosotros.

Eso sería el ideal. Sin embargo, con el paso de los años nos vamos alejando de lo que, tiempo atrás, era nuestra realidad, pero que hoy se va transformando en una utopía.

Cada vez más, vemos como la Semana Santa es asumida por muchos como unas vacaciones más, etiquetada como “asueto” para darle esa connotación de diversión y entretenimiento que aumenta las ventas de los supermercados y tiendas, y llena los complejos turísticos, ríos, playas y balnearios… en fin, activa la vida comercial de esta pequeña isla.

Y es en este párrafo que llega el llamado a la cordura que nunca está de más.

Que recordemos la palabra “moderación” a la hora de trasladarnos a otros lugares y que nuestras actuaciones estén guiadas por el sentido común, ese que no es tan común cuando mezclamos el deseo de experimentar emociones extremas con mucho alcohol, música y comida… una mezcla que exacerba los sentidos.

Si tenemos en nuestra agenda divertirnos en otros lugares, es propicio que transitemos con cuidado para evitar accidentes.

Que nos cuidemos los unos a los otros al actuar con cordura y moderación y recordemos que siempre habrán más días para comer, beber y bailar si empezamos a actuar de acuerdo al menos común de todos los sentidos: el sentido común.