El “libre albedrío”, como “chivos sin ley”

El “libre albedrío”, como “chivos sin ley”

El “libre albedrío”, como “chivos sin ley”

 

Al igual que muchas personas en el mundo, incluyendo al papa Francisco, soy firme abanderada de la propuesta de “construir más puentes y menos muros”.

La preocupación del científico, filósofo y humanista Isaac Newton, plasmada con su expresión de que “los hombres construimos demasiados muros y no suficientes puentes” mantiene importancia y actualidad.

La historia de las migraciones humanas, definidas como el traslado de personas desde un lugar de origen a otro que convierte en destino, es tan vieja como la humanidad misma. Y esto es una “verdad de Perogrullo”.

El desplazamiento de personas de un lado a otro ha dejado huellas indelebles en el mundo. Ha provocado creación de nuevos Estados, nuevas culturas, nuevas visiones, nuevos estereotipos y nuevos esquemas religiosos, en fin.

Por supuesto, las consecuencias no podrían quedarse solo en el intercambio de flores, sin citar los lados críticos de esa realidad.

Insalubridad, desorganización social, incumplimientos de leyes, normas, aumentos presupuestales para la dotación de servicios básicos, sobrepoblación sectorial, arrabalización de espacios, entre otros males no menores, son algunas de las consecuencias indeseadas.

Son esos fardos críticos los que generan preocupación real, fingida o interesada de grupos que suelen demandar, reclamar y hasta aplicar “castigo para los culpables”, que desde su punto de vista, parcializado, no son otros que los propios migrantes.

Errores garrafales. Buscamos la responsabilidad de los males en el punto equivocado. No pueden ser los migrantes quienes impongan la violación. Desde el Estado y la sociedad de destino existe la obligación de evitar o impedir prácticas que afecten su esencia original.

En República Dominicana llevamos décadas de análisis, discusiones, críticas, palabrerías, disposiciones incumplidas, leyes no aplicadas, propuestas engavetadas, silencios y actuaciones cómplices, en torno a la migración; y como consecuencia, siempre cosechamos la condena internacional que define al conjunto patrio como “xenófobo”, por supuestos maltratos a los haitianos.

De otra parte, en el país algunos imputan a esos seres humanos, dignos de mejor suerte, todo tipo de atropello: que si nos están invadiendo, que nos quieren pisotear, que nos quitan los empleos, que nos envenenan los alimentos que venden en las calles, que pronto nos gobernarán… y tantas cosas más que decirlas, incluso, ofende la inteligencia.
Ya basta. En vez de utilizar las redes sociales para divulgar fotos y videos de vendedores orinándose en las calles, pasando sus manos por partes púdicas o escupiendo, mientras fríen, pelan o envasan alimentos, deberíamos dejar de ser tan indulgentes en el cumplimiento de las leyes y las disposiciones.

Nacionales y extranjeros vivimos al “libre albedrío”, en buen dominicano “como chivos sin ley”, y ese es el gran problema. El desafío es cumplir y hacer cumplir la Constitución, las leyes y las disposiciones para todos, sin oportunismos ni favoritismos.

Patricia Arache



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