La cantidad exacta no existe para determinar cuántos son los “miles de vacacionistas” que retornaron a Santo Domingo, o que siguieron la travesía a su destino final, otras ciudades del país.

Datos ciertos sí tenemos de las personas que no corrieron con mejor suerte durante este asueto de primavera, después de divertirse en las playas y balnearios, y compartir entre familiares, amigos y allegados.

La cifra no es muy halagüeña. El Centro de Operaciones de Emergencias reportó que 30 personas murieron, distribuidas entre dos causas fundamentales: accidentes de tránsito y ahogados.

Otros, envueltos en 741 accidentes de tránsito, salvaron la vida, afortunadamente, pero no deja de ser impresionante la cifra reportada.

Las comparaciones son enojosas, pero hay que examinar las estadísticas del año pasado en el mismo periodo. Preocupa que en esa Semana Santa aumentara la cantidad de fallecidos de manera trágica.

El gran reto era evitar un aumento dramático de víctimas. No se logró. El interés no es señalar culpables.

La sociedad carga con el luto y el pesar que nos embarga por las pérdidas lamentables. Debemos transmitir sentimientos de resignación a las familias afectadas.

En cuanto a las autoridades, desde ahora tienen la responsabilidad de mejorar los planes y mecanismos de prevención en operativos futuros.