El éxtasis de descubrir 2-4

El éxtasis de descubrir 2-4

El éxtasis de descubrir 2-4

Dilenia Cruz

Mi madre y mi abuela son las dos mujeres más inteligentes que he conocido. Ninguna de las dos hizo la escuela primaria, pero de igual manera han sido de las madres más inteligentes, trabajadoras y solidarias.

¿Cómo lo sé? Mi abuela, por ejemplo, quedó viuda a temprana edad.

Tenía cinco hijos para criar y el único trabajo disponible era la agricultura. No lo pensó: lo hizo.

Mi madre trabajaba en fábricas textiles desde que recuerdo. Ambas tuvieron que superar situaciones difíciles en su vida personal y laboral, pero ninguna de ellas permitieron que su espíritu se rompiera. En el hogar, eran las madres más serviciales y alegres.

A dos décadas después de la muerte de mi abuela, su sabiduría sigue viva en mi alma mientras mi madre sigue enseñándome aún.

A través de mi experiencia como madre, he descubierto algunas veces cuando mi madre o mi abuela protegían mi espíritu y me estimulaban a descubrir nuevas maneras de hacer cosas mejores. Por ejemplo: una vez cuando yo tenía quizás seis o siete años de edad, le dije a mi abuela que quería hacer una limonada por mí misma.

Ella estuvo de acuerdo. Tomé agua en un vaso y exprimí un limón, lo probé y no supo bien, por lo que agregué otro y otro más.

Mi abuela me observó. Cuando finalmente agregué azúcar y lo removí, era tan agrio que no pude beberlo en absoluto.

Ese día, aprendí muchas cosas. Ella me permitió experimentar y descubrir en un ambiente seguro. Todavía puedo ver su rostro de satisfacción.

Las abuelas han vivido suficiente para perder unos cuantos limones y azúcar para que su nieta aprenda la lección de escuchar y seguir instrucciones.



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