El aborto: una reflexión

En el Congreso Nacional sometieron un anteproyecto de ley para despenalizar el aborto. Tratan de que se permita la interrupción del embarazo, en tres causales: cuando pone en peligro la vida o salud de la madre, cuando el feto presente malformaciones congénitas y en caso de incesto o violación.

Engendrar criaturas es la máxima expresión del amor; sentir su desarrollo en el vientre produce un goce íntimo; parirla, verla nacer sana, es indescriptible; educarla, hacerla persona de bien, útil a la sociedad, es el mayor orgullo de los padres y el aporte más hermoso a la humanidad.

Indiscutiblemente, nacer es un viaje al mundo, una oportunidad de conocer, sembrar y dejar huellas. Dios lo creó con su espléndida naturaleza y ¡seres humanos! Los primeros fueron un hombre y una mujer, Adán y Eva.

“Creced, multiplicaos y poblad la tierra” “ama al prójimo como a ti mismo” La idea es hacer del mundo una plataforma hermosa, un paraíso, donde sus habitantes sean felices. De ahí, que tratan de hacer leyes para reglamentar la estadía, para que sea armónica, placentera, para vivir en paz.

Los arquitectos de este escenario son los hijos y sus descendientes. Para que lleguen con fuerte personalidad, cargados de energía positiva, ayuda que sean deseados, engendrados con amor. No es cuestión de tenerlos como si fueran animales, para que sean mascotas o envueltos en recuerdos negativos.

Cada hijo llega con su marca indeleble. No es lo mismo ser fruto de un gran amor, que de un incesto; no es lo mismo que venga deformado, incapacitado para tomar las riendas de su vida, a que llegue con capacidad de explorar el mundo por si mismo.

Esa luz o esa sombra, lo persigue; de ella depende su alegría o tristeza.

La vida es corta.

Debemos dejar huellas hermosas, un mundo mejor para los demás y que faciliten su disfrute. La mayoría de las parejas desea procrear hijos para verlos crecer libres, felices, que contribuyan a que el mundo sea un bello jardín, con más encanto.

Es su gran aporte. Para evitar sufrimientos hay medidas preventivas; para lograr armonía en las acciones, debemos asirnos a principios, normas, leyes, pero jamás retorcerlos por demagogia ni fanatismo.