El pasado domingo 17 de febrero se celebraron las elecciones presidenciales y legislativas en la hermana República del Ecuador, saliendo airoso con más del 57% del favor del electorado el actual presidente Rafael Correa y su partido Alianza País obtuvo mayoría en la Asamblea Legislativa, cumplirá un ciclo de 10 años ininterrumpidos al frente del poder ejecutivo, cosa nunca vista en los últimos años de historia democrática ecuatoriana, caracterizada por la inestabilidad política.

Correa en estos seis años de gobierno ha sabido cambiarle la cara al país, llenándolo de obras de infraestructura como carreteras, escuelas, hospitales y aeropuertos. Pero sus mayores logros radican en la reducción de la pobreza de un 36.7% en 2006 al 27.3% actual, la reducción del desempleo a tan solo un 4.1%, ha redoblado la inversión en educación y el otorgamiento de subsidios a las clases desposeídas con más de dos millones de beneficiarios. Logros que le han garantizado el apoyo de la mayoría del pueblo en las urnas.

Aunque se podrían atribuir a los petrodólares el éxito de su gestión, definitivamente tuvo habilidad para el manejo de esa cantidad de recursos, cosa no vista en países hermanos como Venezuela y Bolivia, donde aún teniendo millonarias entradas por concepto del petróleo no supieron aprovechar al máximo ese boom petrolero, limitando su éxito a reformas sociales. En lo que si se parecen Chávez, Evo y Correa es en el empeño de hacer una “revolución ciudadana”, haciendo ataques frontales a las medidas del Fondo Monetario Internacional, una fuerte política populista y reformas a la constitución para perpetuarse en el poder.

Esto no significa que todo sea color de rosa en Ecuador, el nuevo gobierno de Rafael Correa tiene fuertes opositores: la corrupción pública y privada, un narcotráfico que ha arropado a las fuerzas del orden, la inseguridad ciudadana, la persecución judicial contra la prensa y la presión del gobierno contra los organismos electorales. 

Algo que nos deja de enseñanza esta victoria de Correa es la poca o ninguna importancia que da la mayoría del pueblo a los escándalos de corrupción y  a las amenazas contra la libertad de expresión de los medios de comunicación mientras haya crecimiento económico acompañado de una mejoría sustancial de la calidad de vida de los ciudadanos… ¿Qué opina usted?