Duarte y el proyecto inconcluso

Duarte y el proyecto inconcluso

Duarte y el proyecto inconcluso

Sobre la vida y el pensamiento de Juan Pablo Duarte falta mucho por decir, aunque cada 26 de enero proliferan los discursos de exaltación y los diarios de circulación nacional se llenan del colorido patrio en páginas pagadas o en las columnas de los intelectuales apologistas de su ejemplo.

Se nos ha vendido un Padre de la Patria que no parece que haya existido. Un ser angelical, ingenuo y doblado por el sufrimiento y el cadalso que, aunque no crucificado como al Cristo,  cargó a cuesta la cruz de la traición y sufrió más de siete caídas a consecuencia de echarse encima un proyecto para el que los nativos de esta media isla no estaban preparados.

Al hombre de carne y hueso, que vivió conforme a su época y que hizo uso de las herramientas intelectuales que tuvo a su alcance, nos lo han ocultado o lo han desdibujado. Ni hablar de su ejemplo moral y su desprendimiento de toda ambición de riqueza material. Esos atributos nos lo han presentado como debilidades, como torpezas de un hombre que arriesgó el porvenir familiar y personal en aras de un sueño imposible.

A los que sólo ven en la ambición el sentido de la vida, les parece peligroso que los niños aprendan que hay compromisos que están por encima de cualquier proyecto personal o familiar. No por casualidad nos gritan a diario por todos los medios: ¡sálvate tú y los tuyos! ¡Para llegar a la cima pisa a todos los que estén próximos a tus pies! ¡Haz que los demás trabajen y cobra tú!

En este mundo de la ganancia a cualquier precio, que lleva a algunos hasta a poner en peligro la existencia del planeta y de todas las formas de vida en aras de engrosar sus capitales, ¿cómo enseñar que el hombre al que casi todos y todas admiramos, conminado por sus compañeros de lucha a conseguir armas para la causa revolucionaria que estaba a punto de estallar, no teniendo a mano recursos para cumplir con esa misión, escribe a su familia pidiéndole que vendan la tienda heredada de su padre, para comprar las armas de la inminente revolución­?

¿Qué explicación darían a los niños los politiqueros que hacen discurso sobre Duarte, cada 26 de enero, acerca de su acostumbrada práctica de  quedarse con todo lo que es de la Patria sin haberle aportado nada,  mientras aquel que escribió a su familia pidiéndole que lo aportaran todo a la causa, en la misma carta le indicaba que la riqueza sacrificada, para la liberación de la República, sería recuperada por medio a su trabajo y apoyándose en el crédito de su padre, para lo cual él (Duarte) se pondría al frente de los negocios?

¿Cómo enseñar a nuestros niños que la idea de una Patria independiente de toda potencia extranjera no se limitaba a Haití (que por cierto nunca ha sido una potencia), sino, y sobre todo, a Francia, España, Inglaterra y los Estados Unidos que se disputaban el control colonial del Caribe y que maquinaban y estimulaban toda suerte de aventura proteccionista o anexionista en la naciente República Dominicana?

Sería un “mal ejemplo” para nuestros muchachos mostrar a un Padre de la Patria que, siendo como era, un hombre de acción, frente al entreguismo de la Junta de Gobierno dirigida por Bobadilla, encabezó junto a Sánchez y Mella, un Golpe de Estado que permitió la ascensión de los Trinitarios al gobierno (aunque por poco tiempo), dando continuidad a la determinación mostrada anteriormente en la conspiración contra Boyer, en las tareas políticas de conformación de las Juntas Populares, o en las tareas de organización de la Trinitaria y la Filantrópica, así como en las actividades propagandísticas clandestinas destinadas a levantar el espíritu de resistencia y de lucha del pueblo, igual que en las iniciativas desplegadas en el marco de la lucha por la Restauración de la República.

Ha dado mejor resultado para los que siempre han estado opuestos a un proyecto nacional, presentarnos a un Duarte depresivo, derrotado por su idealismo, a un ermitaño que prefirió esconderse de los fantasmas de su fracaso en la oscuridad de la selva venezolana y no al humanista, político y filósofo, políglota, teólogo y hombre de ciencia que fue; ni al revolucionario decidido e irreductible hasta la muerte.

A pesar del ocultamiento y el maquillaje, el Duarte que existió realmente se conecta plenamente, a través de su ejemplo de vida, con los desafíos del presente, que sólo pueden ser asumidos por gente de carne y hueso, que ama y que odia, que ríe y sufre, que sueña y tropieza como él lo hizo en su tiempo, pero que debe tener como norte la culminación de aquel proyecto  político que proponía construir una nación independiente, verdaderamente democrática y, sobre todo, justa.

Tres tares pendientes de encontrar a personas de carne y hueso dispuestas a llevarlas a cabo en el presente, a través de la edificación de un nuevo proyecto político-social, que asuma la forma de un Frente Amplio, como amplio es el espectro de las aspiraciones del pueblo, que aglutine a todos y todas los que heredamos aquellos sueños que, pendientes de culminación, resurgen en cada una de las encrucijadas que la historia ha colocado en el camino del pueblo dominicano.



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