Duarte, ¿soñador o intuitivo?

Duarte, ¿soñador o intuitivo?

Duarte, ¿soñador o intuitivo?

Un día de estos, el 26 de enero, se completan 204 años del nacimiento de Juan Pablo Duarte Diez.

Un mes después —27 de febrero—, cumple 173 años la declaración de la independencia nacional, acontecimiento del que estuvo físicamente ausente, pero del que fue pábulo, motor y espíritu con apenas 31 años de edad y ninguna posición social dominante.

Esto puede ser explicado por la tendencia al declive del pueblo “alfa” y algo vivo de carácter cultural y/o espiritual en el pueblo dominado.

Haití era por aquellos años, como consecuencia del poderío heredado de Francia y de la importancia que tuvo como colonia, el poder hegemónico en la isla.

Y como el pueblo dominicano, dotado por las circunstancias con un territorio más extenso, demográficamente disminuido y como consecuencia del Tratado de Basilea y de La Reconquista, pasible de ser tomado por alguna potencia europea, en 1822 fue ocupado y la isla unificada bajo la organización de un sólo Estado.

El hecho de que 22 años después de la unificación política la parte oriental de la isla se levantara con éxito contra la ocupación revela que en este tiempo siguieron existiendo dos países y dos nacionalidades, a pesar de las debilidades… y que la más fuerte se debilitaba.

En una discusión académica al Escribidor le dijeron que el pueblo haitiano no es una nación. Para mí, una prueba positiva (no conceptual) de que lo es, está en la independencia del pueblo dominicano en 1844, a pesar de sus carencias por aquellos años.

Haití, como se puede decir de nosotros, será infuncional como Estado moderno, fallido en los términos comparativos inmediatos que permiten las comunicaciones hoy día, pero su pueblo constituye una nación.

Aparte el dislate del párrafo anterior, lo ocurrido entre 1844 y 1916 en la isla nos permite dos presupuestos, uno de ellos conectado con Duarte, líder intuitivo en ausencia de fuerzas económicas y sociales llamadas a producir la solución política para las necesidades materiales, organizativas y espirituales del pueblo dominicano.

En este período de 72 años la historia demuestra que Haití trazaba una línea descendente desde el momento mismo de su independencia y Santo Domingo una línea ascendente en los planos político, económico, social y administrativo. Es el otro de los dos hechos importantes anunciados en el párrafo anterior.

Pero volvamos a Duarte.

La participación del patriota en las acciones llamadas a consolidar la separación fue limitada.

Más bien llevaban a la debilidad con la división de fuerzas producida con el golpe de Los Trinitarios. Su posición sobre una independencia pura y simple, sin hipotecar nada para conseguirla a pesar de las debilidades, lo muestran como un intuitivo más que como un soñador.

Hoy día Santo Domingo es la potencia hegemónica en la isla, por lo menos lo parece así al Escribidor, y sobre esta posibilidad acaso nadie podía tener una idea en 1844, ni siquiera Duarte.



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