Cuando Juan Bosch creó el PLD lo hizo para formar a hombres y mujeres capaces de liberar al pueblo dominicano de todos sus atrasos en el orden económico, social, político y cultural.

Para completar la obra de Duarte y los Trinitarios, como solía decir. Era un partido para formar estadistas, es decir, aquellas personas expertas en asuntos de Estado o en política para liderar el Poder Ejecutivo, los Ministerios, el Poder Legislativo y el Poder Municipal.

Llamo la atención al término, porque en nuestra sociedad el atraso en la educación política hace que muchos piensen que estadista es el jefe de gobierno, y no es solamente esa persona la que cubre la definición, sino todos los que asumen posiciones de liderazgo en el Estado, sea por elección o designación.

Que Bosch fue un brillante profesor de política, nadie lo duda, pero con el paso del tiempo más y más me convenzo de que tuvo pésimos alumnos.

Basta leer en la prensa de cada día la cantidad de escándalos, corrupción y disparates que dicen aquellos que son responsables de áreas importantes del Poder Ejecutivo, Legisladores u ocupan posiciones municipales.

Un botón de muestra es el mayúsculo disparate de traer un charlatán nigeriano que se autodenomina profeta, recibirlo en el aeropuerto con militares saludándolo como si fuera su superior, recibido por el Presidente (por lo visto su agenda no es tan apretada) y reconocido por el Congreso.

Ni los nacionalistas se quejaron. ¡Vaya hipócritas! No tenemos estadistas, solo ambiciosos y codiciosos.