En los distintos actos públicos a los que asiste el Presidente vemos cómo asume una posición de oyente. Sentado en su silla de poder escucha los discursos de funcionarios subalternos. Incluso, de estudiantes, cuando entrega varias escuelas a una provincia o comunidades.

Y eso está bien, un Presidente que escucha. Pero el líder de una Nación también debe hablar.

Los alarmantes últimos hechos ocurridos en el país movilizaron la atención de importantes líderes y sectores de la vida nacional, pero no hay indicios de que el Presidente vaya a variar esta conducta de pasividad y calma que le caracteriza.

Hay dos hechos que merecían un discurso a la nación. La muerte de 11 niños en el hospital Robert Reid, el incendio del Metro de Santo Domingo y un tercer hecho, ocurrido en territorio ajeno al país, pero que nos concierne y afecta de manera muy sensible nuestros vínculos internacionales. Se trata de la sentencia de la Corte Interamericana de Derechos Humanos.

Vamos a insistir en la necesidad que tiene el país de escuchar al Presidente en estos temas tan relevantes.

Entendemos que ese discurso se hace necesario. Resultará altamente oportuno; y sobre todo que ya el pueblo reclama y está esperando.