Cuando estamos atravesando por un dolor no tenemos capacidad para ver a dónde Dios nos quiere llevar con lo que pasa a nuestro alrededor.

La pérdida de un ser querido, una separación, una traición, enfermedad, y deuda son situaciones que nos torturan y someten a una amargura de la que pensamos que no podremos salir airosos. Pero la presencia de Dios trae solución a esa congoja.

La muerte de Jesucristo en la cruz es uno de los mayores ejemplos de que Dios no desaprovecha un dolor y todo dolor lo convierte en bendición. “En Él tenemos por medio de su sangre la redención (rescate), el perdón de los delitos, según la riqueza de su gracia” (Efesios 1: 7).

Su crucifixión y posterior resurrección dio fuerzas para que sus seguidores salieran a predicar un evangelio que ha dado a miles de personas esperanza para seguir viviendo en medio de las dificultades (Marcos 16:20).
Pero, ¿cómo puede Dios sacar una bendición, por ejemplo, de la muerte de un hijo?

Me hice la misma pregunta al ver morir al hijo de cinco años de un hombre al que prediqué la palabra de Dios en el hospital conocido como: el Angelita.

Era su único hijo, y pensé que el hombre, que apenas tenía pocos días de haber aceptado seguir a Jesús, renegaría la fe. Sin embargo, segundos después de hablar con él confirme que Dios había sacado algo bueno de su dolor.

El triste padre me confesó que haber conocido a Jesús lo preparó para recibir la noticia de la muerte de su hijo, ya que a pesar del dolor, sentía una paz inexplicable. Sin Dios, dijo él, me habría estado volviendo loco.

Dios no le devolvió a su hijo, pero le dio serenidad en su momento más difícil, y lo mejor: sembró en su interior el deseo de dedicarse a visitar y orar las familias de enfermos que pasan por la misma situación que él pasó.
Si Dios lo hizo con él, lo puede hacer en ti.