Ayer comenté que nuestro mayor problema es la contemporización, o sea acomodarse a una moralidad o proceder ajeno que íntimamente sabemos no debe ser.

Hay mil explicaciones para esa conducta individual que epidémicamente corroe nuestra sociedad. Seguramente influye la infame pero práctica frase de algún aprovechado trujillista:

“¡Prohibido joderse!”. Pero cuando miramos alrededor y vemos el panorama político-partidista, entendemos que estamos como estamos no sólo dizque por maldad del PLD o sus gobiernos, pues la mayoría inmensa de la sociedad ha bailado su música, sino por la supina incompetencia y basal deshonestidad de la oposición, cuyos líderes superan en lisios a los políticos del poder sin tener sus capacidades.

Como dije ayer, ¡todo está patas arriba! Similar degradación cívica en Cuba produjo al castrismo; los venezolanos aclamaron a Chávez como a un redentor.

Si nuestra incapaz oposición sigue demostrando que no puede, para salvar nuestra democracia hay que revolucionar al propio PLD desde adentro, democratizando sus órganos, jubilando sus dinosaurios, creando una base de sustentación distinta al clientelismo. ¡O nos fuñiremos!