De toda la gente capaz de deslenguarse por su proclividad al autobombo narcisista, uno con quien nunca quisiera tener que pelearme (again!) es Guido.

Ya él ha sufrido bastante. Huérfano en circunstancias terribles propias de un drama ático, esforzado estudiante meritorio, consultor jurídico a temprana edad con logros tan insólitos como variar la extensión del día o sufrir que cayeran como moscas en una nube de Baygón íntimos amigos suyos baleados en parqueos, protagonista de desquites antológicos que le merecieron perder su visa estadounidense, basquetbolista encestador en múltiples canastos y sufriente padre de un hijo perdido con apenas doce años por un fatal aneurisma, relegado en su propio partido por fuerzas mejores que las suyas.

Y además… Pocos actores políticos poseen una hoja de vida tan intensamente apropiada para internalizar o aprovechar la sabiduría que rezuma la paremia “jode menos, Magino”. ¿Pero dije actor? Ah, eso es…

En Grecia, cuna de la tragedia, a los actores les llamaban “hipócritas”, significando intérprete y “quien responde”. ¿A qué responderá tanto vainero gadejo? ¿Seguimos?