Muchas ideas o palabras parecen iguales sin serlo y a veces una “s” vale más de lo que cuesta. Veamos por ejemplo la voz “conciencia”, sin “s”, que es el conocimiento del bien y del mal que nos permite enjuiciar moralmente las cosas y cómo actuamos, según el sentido moral o ético de cada persona.

Viene del griego “sineidesis” que fue la palabra que filósofos inventaron al conceptuar la capacidad de aplicar principios de moralidad a situaciones concretas pasadas. Si añadimos “s” para escribir “consciencia”, este parónimo significa distintamente la capacidad que poseemos para reconocer la realidad y relacionarnos con ella o nuestro conocimiento espontáneo de nosotros mismos, nuestros actos y reflexiones.

Pero ambas, “conciencia” y “consciencia” son sinónimas en cuanto significan una y otra “conocimiento reflexivo de las cosas”.

Los mismos filósofos contraponían a la sineidesis otro concepto que frecuentemente invoco: la sindéresis, que es la discreción o capacidad natural para juzgar rectamente, según la escolástica un impulso congénito tendente al bien. ¡Cuántos enredos por pensar en una simple “s”!