Hace unos meses me referí a otro aspecto de la frescura de Wally que creo oportuno recordar: Dije entonces que el embajador Brewster tiene razón. Hay demasiada corrupción (e impunidad) en los negocios públicos y privados en Santo Domingo.
Pero una de las razones del “desconchiflamiento” moral y ético de los dominicanos ha sido el auge del narcotráfico.
Y esa proliferación mortífera, de muertes sangrientas o metafóricas, resulta de la oportunidad de negocios con márgenes de ganancias fabulosos, cónsonos con los riesgos, que representa satisfacer la golosa demanda de estupefacientes y otras drogas por los propios americanos.
Si mi idea es correcta, aplicaría entonces el dicho americano de poner su dinero donde está su boca (¡siempre peligroso!) y multiplicar los esfuerzos por combatir el narcotráfico, aquí y allá. No aplicar a esa lucha los prodigiosos recursos tecnológicos gringos y su barrigón Tesoro, dejaría la idea de que la embajada tiene corruptos favoritos.
En cuyo caso, tristemente, su preocupación no sería tal sino una atrevida injerencia en política partidista dominicana.