Más sobre Brewster: la cuestión no es que Wally y Bob estén “demasiado involucrados en asuntos dominicanos”.
Ni que aparte de sus conocidos orígenes empresariales en Chicago, quieran ahora ambos pasar por expertos en asesoría corporativa a multinacionales.
Hay muchísimas maneras constructivas y respetuosas de involucrarse en la política interna del defectuoso pequeño país donde él representa al mayor imperio.
Dado que a muchos nos avergüenza que los esfuerzos anti-corrupción del Gobierno dependan de presiones estadounidenses, el embajador podría –ya que sugiere tener a mano los pelos del burro para decir su color— revelar claramente quiénes son sus corruptos preferidos (o más odiados).
O quitarles su visa, en vez de “invitar” a sus críticos a “devolverla” sólo por cuestionar o disentir con su colorida política.
Porque, ¿lucha Wally contra quienes le critican aunque también combatan la notoria corrupción e impunidad en negocios públicos y privados?
¿Pretende él mejorar el estado de derecho y ambiente empresarial? ¿O, como confesó, seguir “ayudando” diplomáticamente a viejos amigos? ¡Ah, plátanos azuanos que causan vainas!