“Día por día”

“Día por día”

“Día por día”

¡Las naranjas! Mis lectores asiduos saben mi fascinación con esta fruta. Soy casi adicto a su jugo. Pero las naranjas que se ofrecen a los consumidores dominicanos dejan mucho que desear.

Mi tío Pucho tenía en un jardín en Comatillo alrededor de cien matas de distintas variedades y jamás he vuelto a ver en el país naranjas, mandarinas ni limones dulces como esos.

En fincas cercanas sus vecinos se quejaban de la “fumagina”, de hongos y otras plagas, pero no sé qué hacía mi padrino que sus frutas lucieran casi perfectas. Ahora repito: hace unos años me alegré muchísimo cuando supermercados comenzaron a vender excelentes naranjas valencianas a buen precio.

Pero me siento estafado.

Cada paquete trae cuatro o cinco naranjas dañadas, casi la mitad, como si en vez de cosecharlas las recogieran del piso, pasadas de maduras, feas y sucias. ¿Qué hacer? Aparte de dejarles sus naranjas podridas sin comprar, ¿ninguna autoridad podrá venir en defensa de los consumidores?



José Báez Guerrero

Abogado, periodista y escritor dominicano.

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