Ganar premios es maravilloso. Por más que cierta falsa modestia o prurito manden a guardar recato, ¡caray, qué bueno es! No se trata sólo del pergamino, la calidad del jurado y la generosa dotación (nadie me creerá, pero en el mismo acto del martes pasado se me apareció Guarocuya y cuando él me felicitaba le dije, “tranquilo, esto está exento”…).

Mientras mucha gente buena comparte esta alegría, en malucos se intensifica su azuframiento (¿será parte del premio?). Definitivamente ganar es mejor que no hacerlo, aunque a veces no ganar tampoco significa perder. Sigo lleno de agradecimiento: al jurado, don Marcio, Ángela y Edwin; a María Amalia, la Fundación León Jimenes y la Cervecería; al ministro José Antonio Rodríguez; al poeta Pedro Antonio Valdez…

Ya la re-impresión está lista y Cuesta casi nunca cierra; otro galardón es que “Buenaventura Báez”, mi más reciente libro, se agote y vuelva a agotar. Realmente, qué maravilla… ¡qué bueno es!