La vez que me uní al reclamo público pidiéndole al funcionario que pagara su luz, el pequeño mamífer, pero nunca regresaron o unguiculado de afilados incisivos, a quien vengo aludiendo, al no encontrar cómo pellizcarme en defensa de su patrocinador, recurrió a atribuirme ser “anti-boschista”.

¡Como si fuese la peor cosa del mundo aún siendo mentira! Así justificó una campaña de insultos. Pero ese falso encono, cuyo origen era la luenga impagada cuenta eléctrica, sólo tenía puntería de láser conmigo.

Porque el director del diario que acoge sus humoradas ha escrito que Bosch sabía en 1973 que llegó Caamaño y afirmó desconocerlo; que privadamente lamentó su muerte pero declaró que su cadáver llegó congelado; que Bosch usaba peluca para disfrazarse; dormía con un cuchillo “para que no lo cogieran vivo”; se deleitaba mirando Playboy e hizo una crisis nerviosa severa que lo recluyó en Juan Dolio todo un mes.

Sin embargo, para seguir con las alegorías zoológicas, puerco no se rasca en javilla; ¡de eso no dice ni ji!