El insustituible Rafael Herrera solía hacerse preguntas dizque tontas y ahora pendejadas en la prensa obligan a preguntarse: ¿por qué (separado “por” y “qué” y con tilde, ‘é”) puede creerse que el propio fracaso es de toda una generación?
¿Por qué algunos frustrados pretenden atribuir a otros, o peor a toda su generación, la propia incompetencia o amargura? ¿Acaso se mide el éxito sólo por cómo hayan sido los logros o desengaños en la política?
¿O por la política? ¿Ser impecune significa fracasar? ¿Sólo los corruptos, por corruptos, están auto-realizados suficientemente para carecer de penas y frustraciones?
¿Son patrióticos-pacíficos manifestantes quienes van de paracaídas a una fiesta ajena a fuñir? Estas preguntas quizás poseen legítima importancia, porque algunos dominicanos viven rumiando su desventura porque (junto, “porque”) muchas cosas no han sido como quisieron.
Pretenden embarrar a todos los demás con el estiércol de su alma, como si semejante catarsis fuera su propia cura. ¡Allahu Akbar!