Lectores de distintos medios han comentado en estos días acerca de la ética periodística. En abril pasado me preguntaron: “¿podemos los demócratas, amantes de nuestras libertades, declarar al horrendamente asesinado Orlando Martínez como símbolo de la libertad de expresión o del periodismo independiente?”

Mi respuesta de entonces fue: Orlando (1944-1975) se involucró en política cuando llegó a Ciudad Trujillo desde Matas de Farfán en 1957. Dejó inconclusos estudios de periodismo y sociología en la UASD.

De 1966 a 1970, casado y sin hijos, estuvo en Budapest como delegado ante la Federación Mundial de Juventudes Democráticas, patrocinada por el Partido Comunista soviético.

Había ingresado secretamente al PCD y era un dirigente encubierto. Al regresar en 1969, sin revelar al público ni sus empleadores su afiliación política y partidista, inició su ejercicio de periodista. Orlando pudo ser símbolo o ejemplo de compromiso político pero jamás del mejor periodismo, aunque fuera formidable columnista.