Nuestra cinco veces centenaria ciudad colonial, reducida con desparpajo por los más jóvenes a ser “la zona”, está recibiendo cariño gubernamental, lo cual comenté hace unos días.

Están soterrando los cables aéreos de electricidad y telecomunicaciones; cambiando por adoquines el pavimento deteriorado; remozando el frente de muchas casas.

Empresarios privados, liderados por Vicini, ponen en valor sus propiedades, con inversiones valiosas. Pero sigue siendo una vergüenza la grimosa falta de coordinación o planificación pues transitar por la zona colonial de Santo Domingo es peor que caótico, casi imposible.

Hay obras iniciadas y paralizadas por tanto tiempo que crece yerba y está alta. Repito que la buena idea de rescatar tan valioso patrimonio cultural está empañada por la pésima gestión de su impacto y lentitud mientras las obras están siendo realizadas.

Apuesto que todo quedará muy bien, pero ¿hasta cuando habrá que padecer chapucerías y falta de coordinación por quienes realizan y supervisan esta importante obra?