El neoliberalismo puro del cual renegó siempre Leonel Fernández cuando proponía aprovechar la globalización, ha sido acusado de acentuar la pobreza y la desigualdad.

Una de las reacciones es la propuesta, que defiende la vicepresidenta Margarita Cedeño de Fernández, de propiciar “la intervención sistemática y decidida del Estado en forma de políticas sociales, que garanticen unas condiciones mínimas de vida, compatibles con la dignidad humana”.

Tienen razón ella y muchos economistas al quejarse de que “los beneficios económicos de tantos años de crecimiento no se han derramado a todos los estratos sociales”.

Pero debo insistir en la observación que hice tras leer el discurso de la vicepresidenta en la Cámara Americana y su artículo de ayer martes: el asistencialismo es una necesidad circunstancial que nunca ha eliminado la pobreza. Es correcto, pues, el enfoque de aplicar políticas cuyo fin sea generar riquezas más que pretender sólo combatir la pobreza con ayudas y gastos políticos.