¡Ganamos! No nos hemos dado cuenta quizás… Pero ganamos. Desde que la torpeza de España facilitó que el Oeste de la isla de Santo Domingo se convirtiera en colonia francesa, y especialmente después de su independencia y la creación de Haití, esos vecinos han tratado de convertirnos en haitianos.

Nos han invadido, ocupado, guerreado y denunciado; al no poder por las malas, se han ido infiltrando como hace el comején, corroyendo taimadamente.

Pero resulta que al cabo de más de dos siglos, en vez de querer que seamos haitianos, los vecinos ¡quieren ser dominicanos! Mientras casi ninguno de nosotros habla creole o francés, la mayoría de ellos saben mucho o poco español. Trabajan y dan a luz aquí.

Tras extinguir sus bosques, vienen aquí a procurar su carbón. Buscan parecerse a nosotros mientras todavía aquí ofende a algunos que le llamen haitiano. ¡Y hasta quieren cédulas dominicanas! Soulouque debe rabiar en su infierno… (O quizás ríe sin parar).