Al comentar cómo los haitianos han cavado ellos mismos el hondo foso de miseria y desgracia desde cuyo fondo claman por ayuda, que nunca agradecen y que quizás tampoco merezcan, es claro que no me refiero a la caridad ejercida individual y puntualmente.

Lo que no agradecen y por tanto quizás no merezcan es la asistencia de naciones amigas y entidades multilaterales, que dedican cientos o miles de millones de dólares a esfuerzos humanitarios y de “nation-building”, o construcción de un estado-nación.

Esa asistencia ha creado un círculo vicioso de difícil rompimiento, pues centenares de ONGs y fundaciones medran y se lucran al administrar onerosamente esos fondos que nadie quiere poner en manos de los corruptos políticos haitianos.

Pero asuntos tan esenciales como dotar de documentos a sus propios ciudadanos es una tarea que rehúyen, a sabiendas de que esa carencia les facilita tirar hacia fuera de sus fronteras su excedente poblacional…