La historia de la humanidad está llena de episodios repudiables cometidos en nombre de las religiones.
Grandes guerras, crueles matanzas, actos terroristas, estafas y ahora hasta lavado de activos se han visto camuflados detrás de acciones humanitarias y religiosas.

Son los más perversos de los perversos, pues aprovechan la parte más noble del ser humano para delinquir.

República Dominicana se vio estremecida por las acusaciones de abusos sexuales contra dos sacerdotes, incluyendo un exnuncio, cuya misión debía ser proteger y orientar a los indefensos contra los que abusaron.
Luego, varios pastores estuvieron involucrados en la gran estafa a través del negocio piramidal conocido como TelexFree.

Incluso, algunos de ellos, para hacer más extensa su maldad, utilizaban medios de comunicaciones de masas para promover las falsas bondades de ese gran engaño.

Ahora otros están siendo acusados de lavar dinero del narcotráfico, haciéndolo como “donaciones de feligreses”, para luego comprar propiedades en la región Este del país.

Todos ellos son reos de una sanción mayor, porque con su acciones criminales empañan el prestigio y la esperanza de legiones de feligreses que sí actúan correctamente en nombre de Dios.

Los cristianos, católicos o protestantes, no están representados en esos perversos, que por suerte son la excepción, aunque hacen mucho daño.