Defensor del Pueblo, doloroso mensaje

Defensor del Pueblo, doloroso mensaje

Defensor del Pueblo, doloroso mensaje

Venecia Joaquín

El Defensor del Pueblo es una autoridad del Estado encargada de garantizar los derechos de los habitantes, ante los abusos.

Cuando anunciaron que lo establecerían, me pregunté: ¿para qué? Los males que reinan en la nación son estructurales.

Para erradicarlos necesitamos hacer una reingeniería estatal y poner una plataforma cuya misión sea una sociedad justa, equilibrada, humana. No es cuestión de una Defensora con dos o tres empleados recibiendo denuncias y enarbolando un nombre.

No obstante, la Defensoría del Pueblo abrió sus puertas. La dirige una mujer de incuestionables valores morales, abogada, muy laboriosa, la Dra. Zoila Martínez. Está haciendo lo que puede. Un día la encontré en un centro comercial, comprando ropas y alimentos para los presos. Habla de la montaña de denuncias que llegan a su despacho.

Sus acciones confirman mi creencia. La gente llega buscando alivio a sus males, los que surgen del sistema sin control, de la injusta distribución de la riqueza.

Problemas que solo podrán ser eliminados con un plan integral que ejecuten todos los dirigentes estatales.

Ellos lo saben, pero es más fácil tener la figura de un Defensor del Pueblo que todo un pueblo defendiéndose.

La Defensora debió proponerse desde el principio, a ser, únicamente, como un altoparlante del pueblo; llamar, públicamente, la atención de funcionarios gubernamentales cuando no contribuyen a elevar el nivel de vida de la mayoría; no sacarle el guante a la indiferencia de los responsables de combatir la corrupción e impunidad e insistir en el desarrollo agropecuario para evitar la emigración, del campo a la ciudad.

Eso hubiese sido un gran aporte.
Hace unos días la Defensora recibió una dura lección..

Fue secuestrada y despojada de su vehículo. Tarde de la noche, la abandonaron, le dieron $200 pesos para un taxi y que fuera a poner la querella en la Policía. Se burlaban.

Vivió “en carne propia” acciones de los delincuentes vulgares. Acechan y atacan, conscientes de que ni la Policía ni la justicia, y ¡menos la Defensora del Pueblo!, los controlará.

Ellos aprenden de los delincuentes de “cuello blanco”, quienes desde las altas instancias toman los recursos de los pobres y para que se consuelen les dan caramelitos, la Defensoría del Pueblo.

El atraco a la Defensora debe ser motivo de reflexión profunda. Los delincuentes envían múltiples mensajes.

La invitan a revaluar su misión y los métodos que utilizan para defender el pueblo; expresan lo que significa para ellos esa institución y el tipo de respeto que le amerita; invitan a que dirijamos la mirada hacia los verdaderos promotores de la delincuencia: las instituciones estatales y sus debilidades.

Indiscutiblemente, es el Estado, el Poder Ejecutivo, Legislativo y Judicial los que con sus actitudes y acciones deberían ser los defensores del pueblo.



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