De qué transición hablamos

De qué transición hablamos

De qué transición hablamos

La consigna de la transición está de moda y qué bueno que así sea. Eso de la transición no es cosa nueva. Ese tipo de Gobierno transitorio se sugiere como salida cuando el país ha sido mal gobernado por el mismo partido o el mismo grupo de intereses, y para salir del estado en que ha de quedar la República y avanzar hacia horizontes promisorios.

A esa provisionalidad se le fijan tiempo y metas específicas, como antesala del orden que debe suceder a lo que debe dejarse atrás.

El Consejo de Estado en 1962 agotó un término de diez meses con la misión principal de organizar las elecciones de 20 de diciembre, de las cuales nació el Gobierno democrático del profesor Juan Bosch.

Después de la guerra de Abril de 1965 y el ultraje de la ocupación por tropas extranjeras, el 3 de septiembre de ese mismo año, se instaló el Gobierno de transición del presidente Héctor García Godoy, que culminó en las elecciones coloniales del 1º de junio de 1966.

Recordemos la consigna de Gobierno de transición enarbolada por el líder emepedeísta Maximiliano Gómez –El Moreno-, como pretendido sustituto de la dictadura balaguerista de los doce años.

Entonces, hablar de transición viene de lejos, pero ahora una vez más la consigna se vuelve oportuna y recobra actualidad y no es para menos.

Después de tanto tiempo de subordinación de las instituciones al poder avasallante del presidencialismo, de la conversión de tales instituciones en meros instrumentos de la voluntad del Ejecutivo, de un régimen en el cual las ventajas del uso indebido del poder están de un solo lado; se precisa de un trabajo arduo, para sustituir el actual Gobierno, superar esta inadmisible realidad, y abrir cauce a un orden positivamente nuevo, que siente las bases de una real democratización de la vida nacional.

Esa transición democrática está pendiente desde hace décadas, en cada oportunidad de emprenderla ha sido mediatizada por las clases dominantes y la intervención norteamericana, y ya se ha vuelto históricamente impostergable.

Ahora bien, ¿de qué transición hablamos? ¿La transición vacía de contenido, la del cambio superficial de un presidente por otro, o la que debe basarse en la alianza y la movilización de las fuerzas sociales más avanzadas; en un programa democrático y progresista en lo político, lo institucional y lo social? Eso conviene tenerlo claro desde ahora.



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