Cuando Sally habla, la poesía responde

Cuando Sally habla, la poesía responde

Cuando Sally habla, la poesía responde

En cada ocasión que la poeta mocana Sally Rodríguez ha publicado un poemario (lleva tres hasta este momento: “Luz de los cuerpos”, 1985; “Diálogo sin cuerpos”, 2003; “La llama insomne”, 2008) los amantes de la poesía armoniosa, límpida y cadenciosa han recibido un buen manjar.

Ello así porque sin pretensión retórica y sin malabares expresivos sus versos brotan desde la interioridad más profunda de una voz que lleva la poesía diseminada en las venas, en los sentidos y en la consciencia.

Quizás la clave está en el reposo, en la reflexión, en su paciencia, pues en tres décadas de ejercicio escritural solo ha dado a la publicidad tres libros, los cuales nos ofrece ahora reunidos en un título común: “Animal sagrado” (2013).

Antología llama ella al volumen en cuestión, lo que de algún modo sugiere el cese de su ejercicio creativo. Ojalá no pase de ser una falsa alarma.

El lector que transite en las páginas de “Animal sagrado” talvez no encuentre versos estremecedores ni imágenes grandilocuentes que lo transporte a un espacio sideral ensoñador y trascendental.

En cambio, saboreará un discurso poético donde lo corpóreo y lo espiritual adquieren una proyección particular, una proyección que trasciende la cotidianidad hasta situarse en un plano donde el pasado y el presente se equilibran armónicamente.

Cualquier lector neófito y poco sagaz podría argüir que los tres poemarios que componen a “Animal sagrado” están armados con la misma temática y el mismo decir lírico. Pero cuidado: entre ellos hay un entretejimiento y una progresión lineal que nos desvela tres dimensiones distintas de la poeta: la juvenil, la adulta y la madura.

Es decir, la poeta se nos ofrece como fresca, como la primavera (“Luz de los cuerpos”); ardiente, como el verano (“Diálogo sin cuerpos”) y reflexiva, como el otoño (“La llama insomne”). El invierno queda fuera para evitar el enfriamiento del alma.

En un ambiente literario donde muchos versificadores creen que el buen poema debe revestirse de un lenguaje estrambótico que lo embellezca y le dé sentido, los textos de Sally Rodríguez son un bálsamo para el lector que busca en la poesía carente de rimbombancias un regocijo personal.

Porque Sally ha hecho de la palabra una sustancia íntima a quien ella le habla quedamente, para que la poesía responda rebozada de energía.



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