Corren buenos tiempos para la bandada

Corren buenos tiempos para la bandada

Corren buenos tiempos para la bandada

En el cuatricentenario pueblito de Boyá, a seis kilómetros de Monte Plata, se oía hace muchos años atrás, entre los chasquidos de las hojas secas del cafetal al caminar, la apacible voz de Joan Manuel Serrat salir de la vellonera del único bar de carretera del caserío, aquella “Corren buenos tiempos”, que descarna y desnuda el cualquierismo y el oportunismo en que después ha devenido la politiquetería dominicana actual.

Lejos ya van de la canción, pero presentes están esos “tiempos fabulosos para la bandada de los que se amoldan a todo con tal de que no les falte nada”, porque nunca antes, como ahora, repito, corren estos tiempos para la “chapuza, el crimen impune y la caza de brujas…, para los equilibristas, para prestidigitadores y para sadomasoquistas”, y -agrego yo- para oportunistas, para esos “caballeros” (los que se promueven para senadores, diputados, alcaldes y regidores en todos los partidos) quienes a través de vallas, afiches y en eslóganes de radio son la más fiel expresión de una jauría de salteadores que ya tienen nuestra sociedad saciada hasta la saciedad.

Estos buenos tiempos corren para esos señores, ‘locos por salvarnos la vida a costa de cortarnos el cuello’; y están, se ven, se mueven, en todos los pueblos y en todas las ciudades, locos por asaltar la conciencia electoral como verdaderos “charlatanes visionarios o vírgenes milagreras” prometiendo hasta el cielo con tal de llegar.
¿Cómo, diablos, se las ingeniarán los diseñadores gráficos para maquillar a estos ‘artistas’ de circo que tan diestro se mueven entre estas tablas de teatro como si fueran actores?

En su mayoría, con toda seguridad me atrevo a aseverar, no tienen el más mínimo conocimiento de lo que implica ni de lo que es la conformación de una municipalidad, y muchos carecen de formación académica o vocación de servicio para acometer, políticamente, acciones que redunden en beneficio o desarrollo en sus respectivas.

Estos equilibristas de la politiquería, con el mayor de los descaros, se presentan como las mejores opciones electorales.

Son el espejo ideal para darnos cuenta de cómo anda un país a merced de impostores; apestan ya, aunque ellos para sus adentros dirán, con toda razón, que llegar a un cargo electivo por la entelequia de partido que sea en este proyecto de nación aún por comenzar a construir es la mejor manera de escalar social y económicamente, porque ¿cuál es, a través de los tiempos, el ejemplo que ven y han visto los dominicanos en un senador, diputado, alcalde o concejal?

¡Oh, Dios, sálvanos de la muerte que se aproxima!



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