Conocernos mejor

Conocernos mejor

Conocernos mejor

Nassef Perdomo Cordero, abogado.

El fin de año es siempre un período en el cual solemos evaluar lo que dejamos atrás. Estas introspecciones son importantes para sacar lecciones del pasado que nos permitan entender mejor lo que somos y cómo lograr lo que queremos.

Los dominicanos no somos ajenos a este fenómeno casi universal. De ahí que en estos días se publiquen en nuestros medios decenas de artículos recopilatorios de lo sucedido durante el año y análisis que tratan de buscarle sentido.

En esas cuartillas se encuentran siempre opiniones disímiles sobre el rumbo del país y el progreso (o la regresión) de la sociedad.

Sin embargo, hay un patrón común que en mi opinión debemos revisar. Se trata de la muy particular creencia en la excepcionalidad dominicana. Estamos convencidos de que nuestro país es ejemplo señero de todo lo malo.

En lo público, en lo privado, en lo individual, en lo social… Si hay un parámetro para señalar un hecho o fenómeno negativo, nos persuadimos de que lo cumplimos.

Y no es así. Nuestra sociedad no es la suma de todos los males. Es una sociedad que enfrenta muchos retos, que no avanza tan rápido como quisiera, pero que tiene más méritos de los que estamos dispuestos a reconocer.

Pienso que parte del problema es la idealización de nuestro pasado, que lleva a muchos a afirmar que antes estábamos mejor. No es cierto ni en lo político ni en lo económico.

En términos generales, el país presenta un indudable avance en ambos aspectos. Desde la Revolución de Abril hemos avanzado y en cada década estamos mejor que en la anterior, con la única excepción de la regresión temporal sufrida por nuestra democracia entre 1986 y 1996.

Este avance colectivo no se reduce ni se explica solo con las acciones de uno u otro gobierno. La generalidad de los dominicanos ha trabajado muy duramente para lograr esto y, de hecho, la ciudadanía ha sido un motor de cambio indispensable. Es cierto que se presentan contradicciones permanentes, pero esa es la esencia de la democracia. El resultado ha sido un país mejor, aunque falte mucho por andar.

Mirar hacia atrás a través del filtro de la añoranza no nos ayuda a entender dónde estamos hoy. Ese es el peligro que veo en la nostalgia injustificada: nos impide conocernos…

Y así es difícil lidiar con los problemas actuales porque perdemos mucha energía tratando de volver a un pasado que nunca existió. Ojalá eso también empiece a cambiar.



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